lunes, 11 de enero de 2010

Capítulo especial parón navideño: Brivido, Brividi, Bu.

Salía con mi coche del hospital. Durante la guardia había escrito el último capítulo de Brivido di Amore antes del parón navideño. Durante la noche había caido una de las mayores nevadas en la ciudad. la mayoría de las carreteras estaban cortadas. Pero eso no iba a impedir que yo cumpliera mis planes: llegar hasta Factory y arramplar con todo. Pero como de costumbre cuando voy hacia ese lugar (y en general a cualquiera) me perdí.

Cada vez entraba en carreteras más y más pequeñas, y ya no sabía en que dirección iba, hasta que al fin perdí el control de mi coche, que derrapó y se salió de la carretera. Es lo último que recuerdo antes de despertarme en la cabaña, con un chocolate caliente al lado.

¿Dónde estaba? ¿Qué era ese lugar? ¿Por qué las ancas de rana están en la sección de cerdo? No lo supe hasta que de pronto se abrió la puerta, entró una rafaga de nieve y tras ella una serie de muchachas atemporales, todas ellas muy abrigadas, pero con un signo distintivo característico: una carpeta pechil entre sus brazos.

¿Quiénes eran? me tenían idealizado, me daban todo tipo de cuidados y comestibles de todo tipo y color. Pero algo era extraño y olía a rancio. ¿A qué venía todo eso? No tardé mucho en descubrirlo.

De pronto aparecieron con un ordenador portátil recién comprado y me lo pusieron encima. Querían que siguiera escribiendo Brivido di Amore sin parar, para siempre jamás, todos los días, y que al fin volviera su ídolo de juventud: la Doctora di Forbole.

Yo les expliqué por activa y por pasiva que solo podía volver a escribir Brivido a partir de finales de febrero, pero esos solo las encolerizó más, e hizo que se salieran de sus casillas por el mero hecho de pensar que no iban a tener noticias de su doctora en meses.

Así que pusieron cara de odio: me conocían demasiado bien y sabían como vengarse de mi. Me sedaron, y caí en un sueño profundo en el que vi a Vittorino della Constanza y carmellina Isplota Misplo bailando Single Ladies vestidos de Drag Queen.

Cuando desperté ya no estaba en la cabaña. ¿Había sido todo un sueño? ¿Una mala pasada de mi mente? Pero un momento, ahora estaba... en la habitación de un hospital... de un hospital conocido... ¡¡¡del hospital donde trabajo!!!! ¡¡¡Donde hago guardias!!!! ¡¡¡Donde habito!!! Ahora empezaba la verdadera pesadilla.