Evaccia Moirina se acercó al ventanal de su casa y miró al cielo nocturno, a las estrellas. Evaccia no lo sabía, pero las carpeteras tenían razón. Y sin darse cuenta estaba mirando al único lugar de su compañía que no había visitado.
Sus ojos se abrieron de para en par cuando cayó en la cuenta: allí, a lo lejos, entre las estrellas, se encontraba la base espacial H.U.L.L.U.M. ¿Y si esas chicas tenían razón? ¿Y si no eran las típicas fans enfermizas que ponen el grito en el cielo cuando suspenden el clásico capítulo de su serie favorita una semana? ¿Y si realmente en su empresa estaba pasando algo a sus espaldas?
Evaccia tenía un sexto sentido, y presintió que realmente algo estaba ocurriendo. Corriendo se puso su abrigo y salió en su coche descapotable en mitad de la noche hacia la sede de su canal de televisión. Iba a toda velocidad, pero aún así se dio cuenta de que la estaban siguiendo. Pisó el acelerador a fondo, y el coche que la seguía aceleró. A velocidad trepidante por las intrincadas curvas de las solitarias carreteras del bosque de Tulancia, finalmente Evaccia perdió el control de su auto, a punto de atropellar a un pollo que cruzaba la carretera, y cayó por un barranco.
Henaria Felipa paró su coche justo antes de caer también por la curva. Miró al fondo del barranco y allí estaba el coche de Evaccia. Impactada por lo que había hecho, se llevó las manos a la cabeza, montó en su choche y huyó, mientras dejaba atrás una gigantesca explosión formada por el coche destruido.
Pero no todo acababa ahí. En los oscuros pasillos de los estudios del canal de televisión de Evaccia Moirina brillaban unas linternas. Unsa linternas que portaban unas misteriosas figuras vestidas de negro, pero inconfundibles todas ellas por llevar una carpeta en su pecho.
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