Las Intocables estaban paradas en la oscuridad del despacho abandonado de la Dra. Apentcheniko. A lo lejos se escuchaba la música del baile de graduación. La sombra de la persona que había en el despacho permanecía inmovil, como ellas. Finalmente Clauti tomó las riendas de la situación y enfocó a la somra.
Las tres muchachas tenían ante ellas a la mismísima Martinica Yagunni, la que había sido 3 veces reina del baile y que este año finalizaba en la facultad. Iba vestida con un vestido blanco y al parecer había tenído la misma idea que las Intocables, solo que ella era más brillante, iba más pintada y probablemente llevaba más perfume.
- No tenéis nada que hacer chicas - dijo cuando se supo descubierta - yo voy a ganar, una vez más, con o sin los potingues que pueda haber en este despacho. Pero tranquilas, el año que viene una de vosotras será la reina, cuando yo ya no esté. Porque mientras yo esté aquí solo seréis unas secundarias. Así que podéis marcharos por donde habíais venido.
Y Martinica se dió la vuelta y continuó buscando entre los potingues. Las tres Intocables estaban llenas de odio, pero sabían que tenía razón y no podían hacer nada. Las intocables sabían como retirarse con clase. Así que comenzaron a salir por la misma ventana que habían entrado. Sin embargo, cuando Leyre Callpus estaba saliendo su tacón se rompió y resbaló. Cuando las otras dos trataron de ayudarla, cayeron las 3 al suelo, empujando una estantería llena de frascos de cristal, que cayeron rompiéndose contra el suelo, produciendo un gran estruendo.
Cuando miraron hacia atrás vieron a Martinica, debajo de la estantería, inconsciente. Tenía cortes de los cristales por todo el cuerpo, y su vestido blanco ahora era rojo. Los botes estaban llenos de sangre que se había esparcido por todo el suelo y por el cuerpo de la chica.
- ¿Qué hacemos? - preguntó Leyre Callpus.
- Creo que ya no podemos hacer nada... - contestó Leyre Lorzella
- Sí podemos hacer algo - interrumpió Clauti - podemos ser las reinas del baile.
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