Elisa Antonia despertó aturdida. ¿Dónde estaba? Estaba protagonizando un claro cuadro de desorientación temporoespacial que cualquier médico del aparato digestivo hubiera calificado como brote psicótico. Sin embargo simplemente se había quedado dormida en la biblioteca. ¿O se había desmayado? Ya no le quedaba nada claro, los desmayos se estaban comenzando a convertir en algo demasiado común. Estaba sola en esa biblioteca, tod el mundo se había marchado, y cuando vió su reloj se dió cuenta de que eran... ¡las 4:00 de la mañana! En la mesa encontró una nota escrita en un posit rosa vómito en la que ponía:
-"Te has quedado dormida y no he sabido como despertarte" Rodolfo Maher
-¡Aaaaisss!- suspiró Elisa Antonia.
Esa tarde había demasiado intensa: primero la toma excesiva de escitalopram, luego ver al propio Rodolfo Maher que la trató como una reina a pesar de ir hecha un zarrio, y posteriormente revivir todos los hechos acaecidos la noche anterior en el Hospital Porta di Ferro al contarle todo lo ocurrido a la Dra. di Forbole.
La Dra. di Forbole era alguien en quien podía confiar, sin embargo había dos secretos que todavía no podía contarle: por un lado el mensaje grabado por su madre en el colgante (maldito) y por otro su amor secreto hacia Maher. Sin embargo recientemente la Dra. di Forbole había abierto un consultorio sexual virtual y estaba dispuesta a armarse de valor y enviarle una consulta anónima.
A eso se disponía en lo ordenadores de la biblioteca, donde pasaba la mayor parte de su historia, pero antes decidió acudir a la sala de máquinas de comida,un lugar decrépito situado en un extraño zulo. Allí se encontaba, intentando decidirse entre unos Donnetti o un Tigrettonni. Rebuscando entre sus bolsillos, se dió cuenta de que no tenía dinero. Tras darle una serie de patadas a la máquina para ver si caía el clásico Tigrettoni colgante, decidió desistir, y pasó a la aciión apretando miles de números al azar. De pronto la máquina emitió un extraño sonido y se abrió al instante, dejando a la vista unas escaleras descendentes que bajaban hacia unos pasadizos.
Elisa, armada de valor, decidió bajar por los mismos, ya que a esas horas no pensaba ponerse a estudiar y tampoco podía volver a casa porque no había ido en coche a esa biblioteca que estaba en mitad de la campiña. Por desgracia cuando estaba bajando los primeros escalones, la puerta se cerró detrás de ella, y por más esfuerzos que hizo no pudo abrirla. Así que tuvo que andar y andar por los pasadizos, donde gracias a Dios había una extraña luz espectral y una misteriosa neblina (estilo Michael Jackson)
Tras andar mucho tiempo encontró un misterioso calabozo, y dentro de dicho calabozo había algo a lo que tuvo que acercarse para distinguir... ¡que eran montones de esqueletos diminutos de niños! Elisa Antonia emitió un grito, y se desmayó.
Se despertó al rato, no sabía cuanto tiempo había pasado, pero seguía en los pasadizos. Había ido a caer sobre la montaña de niños esqueleto, y acertó a ver que todos iban con el mismo uniforme, un uniforme en el que había un escudo con la insignia del "Orfanato Montaña Oscura". Elisa Antonia decidió no volver a desmayarse y salió corriendo sin rumbo por los pasadizos.
Estaba prácticamente extenuada cuando advirtió al una luz al fondo que salía del techo. Tras retirar mucha mierda y escalar un poco, consiguió retirar una caja de madera que tapaba la salida, y finalmente se encontró en un antro que le resultaba familiar. ¡Claro que sí! estaba en la central térmica de la facultad de veterinaria.
-"Te has quedado dormida y no he sabido como despertarte" Rodolfo Maher
-¡Aaaaisss!- suspiró Elisa Antonia.
Esa tarde había demasiado intensa: primero la toma excesiva de escitalopram, luego ver al propio Rodolfo Maher que la trató como una reina a pesar de ir hecha un zarrio, y posteriormente revivir todos los hechos acaecidos la noche anterior en el Hospital Porta di Ferro al contarle todo lo ocurrido a la Dra. di Forbole.
La Dra. di Forbole era alguien en quien podía confiar, sin embargo había dos secretos que todavía no podía contarle: por un lado el mensaje grabado por su madre en el colgante (maldito) y por otro su amor secreto hacia Maher. Sin embargo recientemente la Dra. di Forbole había abierto un consultorio sexual virtual y estaba dispuesta a armarse de valor y enviarle una consulta anónima.
A eso se disponía en lo ordenadores de la biblioteca, donde pasaba la mayor parte de su historia, pero antes decidió acudir a la sala de máquinas de comida,un lugar decrépito situado en un extraño zulo. Allí se encontaba, intentando decidirse entre unos Donnetti o un Tigrettonni. Rebuscando entre sus bolsillos, se dió cuenta de que no tenía dinero. Tras darle una serie de patadas a la máquina para ver si caía el clásico Tigrettoni colgante, decidió desistir, y pasó a la aciión apretando miles de números al azar. De pronto la máquina emitió un extraño sonido y se abrió al instante, dejando a la vista unas escaleras descendentes que bajaban hacia unos pasadizos.
Elisa, armada de valor, decidió bajar por los mismos, ya que a esas horas no pensaba ponerse a estudiar y tampoco podía volver a casa porque no había ido en coche a esa biblioteca que estaba en mitad de la campiña. Por desgracia cuando estaba bajando los primeros escalones, la puerta se cerró detrás de ella, y por más esfuerzos que hizo no pudo abrirla. Así que tuvo que andar y andar por los pasadizos, donde gracias a Dios había una extraña luz espectral y una misteriosa neblina (estilo Michael Jackson)
Tras andar mucho tiempo encontró un misterioso calabozo, y dentro de dicho calabozo había algo a lo que tuvo que acercarse para distinguir... ¡que eran montones de esqueletos diminutos de niños! Elisa Antonia emitió un grito, y se desmayó.
Se despertó al rato, no sabía cuanto tiempo había pasado, pero seguía en los pasadizos. Había ido a caer sobre la montaña de niños esqueleto, y acertó a ver que todos iban con el mismo uniforme, un uniforme en el que había un escudo con la insignia del "Orfanato Montaña Oscura". Elisa Antonia decidió no volver a desmayarse y salió corriendo sin rumbo por los pasadizos.
Estaba prácticamente extenuada cuando advirtió al una luz al fondo que salía del techo. Tras retirar mucha mierda y escalar un poco, consiguió retirar una caja de madera que tapaba la salida, y finalmente se encontró en un antro que le resultaba familiar. ¡Claro que sí! estaba en la central térmica de la facultad de veterinaria.
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