Había llegado la famosa celebración de la Cena de la Coronación de la Reina Mosca Drosóphila. Era toda una tradicción que los estudiantes de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Tulancia montaran un banquete en el hall del aula magna previa coronación de la reina, que sería elegida por el voto democrático de todo el personal de la facultad.
Tradicionalmente la cena se celebraba en un restaurante italiano del centro de la ciudad, pero el mismo fue clausurado en la fiesta de coronación de hacía 3 años, después de que, justo tras la coronación de la reina (en ese momento Evachia Moirinna Sopra Minerva) se iniciara una demoledora guerra de profiteroles que afectó a la estructura del edificio. En esos momentos todavía se encontraba en proceso de restauración.
Todo estaba preparado y decorado con un lujo excepcional, con mesas largas con sus manteles, sus miles de cubiertos que nadie sabe utilizar, camareros contratados expresamente para quitar las miguillas, y todo tipo de platos de gusto fino, aparte de la ya famosa "Pizza de Colorines". En una esquina de la sala, Cristiana Rolanda no podía evitar frotarse las manos ante el plan perfecto que se estaba llevando a cabo, un plan diseñado por Oscario Luis Alfredo y puesto en práctica de manera exquisita por los miembros más insignes del grupo B, entre los que se encontraba ella.
El robo del veneno y la estratégica colocación del mismo en la copa de Elisa Antonia requerían de una sincronía perfecta entre los miembros del grupo B. Solo había un problema: Javiero Daniello, en el último minuto, se había debilitado, había confesado su amor a Elisa Antonia, y quería impedir la colocación del veneno. Solo había dos maneras de evitar la catástrofe: una era cargárselo descaradamente, pero no podía ser, porque era necesario para ejecutar el plan; la otra, romperle el corazón. Y eso a Cristiana Rolanda se le daba muy bien.
Sigilosamente salió del hall y dirigió sus pasos a la central térmica, y más concretamente al despacho de la Dra. di Forbole. Abrió la puerta sin problemas (ya que la Dra. di Forbole a menudo olvidaba cerrarla) y entró. Una vez allí encendió su ordenador personal. Sabía que Elisa Antonia había escrito a su consultorio sexual confesando su amor por Rodolfo Maher, y necesitaba entrar directamente al correo de la doctora. Solo de esa manera rompería el anonimato de Elisa Antonia y abriría los ojos de Javiero Daniello.
Tras probar miles de claves (entre las que se encontraban pollo, crepusculó, gratiso, follón, y otras cuantas palabras prohibidas) Cristiana Rolanda estaba desesperada y a punto de desistir. De pronto, entre los miles de papeles desparramados y los frascos de pollos en formol, vió un antiguo y polvoriento marco con una foto dentro. Se trataba de una foto en blanco y negro, antigua, de una señora vestida con una toquilla unas tallas más grandes que la suya, una falda desgarbada y unas coletillas desiguales, con bastante parecido a la Dra. di Forbole. En la foto, escrito con letra de caligrafía Rubio, había un mensaje: "Hija mía, de tu madre La Rodriga, lo que se dice una afoto". A Cristiana Rolanda se le iluminaron los ojos como dos campanillas. Probó la clave como última opción: Rodriga. Y el email se abrió.
Encontró miles de mensajes de páginas eróticas, consultas sexuales, mensajes de páginas webs sobre pollos (entre las que se encontaba la página sobre el Native Danubio Chicken). Entre todos ellos encontró el email de Elisa Antonia. Apagó el ordenador y salió corriendo hacia el hall del aula magna.
Todo el mundo se estaba sentando ya para comenzar el banquete. Cristiana Rolanda cargó en secreto con el proyector audiovisual del aula magna, y en secreto también lo colocó en un enchufe del hall, conectándolo a su ordenador portáctil. Una vez todo preparado, abrió el correo de la Dra. di Forbole y cuando apareció la carta de Elisa Antonia, firmada con su nombre, encendió el proyector y todos pudieron leer su contenido.
Para definir los sentimientos de cada persona en esos momentos en ese hall es mejor hacer una lista:
-Elisa Antonia estaba ultra-avergonzada, y a punto de desmayarse.
-A Rodolfo Maher le corría una gota de sudor japonesa por la frente y otra por la nuca.
-Maddalena Eufrasia permanecía callada, con la mano en la boca, pero en su interior estaba pensando: ¿Ma commo?.
-Eva María puso ojitos de celos al descubrir ese amor oculto.
-Javiero Daniello estaba rojo de ira.
-Cristiana Rolanda estaba borracha de poder.
-La Dra. di Forbole pasaba un poco del tema, a pesar del claro caso de infracción de la propiedad privada e intelectual.
-El resto de los presentes flipaban en general.
Elisa Antonia fue la primera en reaccionar, y decidió salir corriendo para perderse en los jardines de la facultad (y probablemente desmayarse). Rodolfo Maher se quedó un poco cortado, pero finalmente salió detrás de ella.
Javiero Daniello se levantó como un Resorte. Cristiana Rolanda lo miraba de lejos, confiada de que el plan seguía en marcha. Con lo que no contaba era con que Javiero Daniello había decidido finalmente darle un pequeño y picante nuevo giro al cuidadoso plan: poner el veneno en la copa de Rodolfo Maher.
Tradicionalmente la cena se celebraba en un restaurante italiano del centro de la ciudad, pero el mismo fue clausurado en la fiesta de coronación de hacía 3 años, después de que, justo tras la coronación de la reina (en ese momento Evachia Moirinna Sopra Minerva) se iniciara una demoledora guerra de profiteroles que afectó a la estructura del edificio. En esos momentos todavía se encontraba en proceso de restauración.
Todo estaba preparado y decorado con un lujo excepcional, con mesas largas con sus manteles, sus miles de cubiertos que nadie sabe utilizar, camareros contratados expresamente para quitar las miguillas, y todo tipo de platos de gusto fino, aparte de la ya famosa "Pizza de Colorines". En una esquina de la sala, Cristiana Rolanda no podía evitar frotarse las manos ante el plan perfecto que se estaba llevando a cabo, un plan diseñado por Oscario Luis Alfredo y puesto en práctica de manera exquisita por los miembros más insignes del grupo B, entre los que se encontraba ella.
El robo del veneno y la estratégica colocación del mismo en la copa de Elisa Antonia requerían de una sincronía perfecta entre los miembros del grupo B. Solo había un problema: Javiero Daniello, en el último minuto, se había debilitado, había confesado su amor a Elisa Antonia, y quería impedir la colocación del veneno. Solo había dos maneras de evitar la catástrofe: una era cargárselo descaradamente, pero no podía ser, porque era necesario para ejecutar el plan; la otra, romperle el corazón. Y eso a Cristiana Rolanda se le daba muy bien.
Sigilosamente salió del hall y dirigió sus pasos a la central térmica, y más concretamente al despacho de la Dra. di Forbole. Abrió la puerta sin problemas (ya que la Dra. di Forbole a menudo olvidaba cerrarla) y entró. Una vez allí encendió su ordenador personal. Sabía que Elisa Antonia había escrito a su consultorio sexual confesando su amor por Rodolfo Maher, y necesitaba entrar directamente al correo de la doctora. Solo de esa manera rompería el anonimato de Elisa Antonia y abriría los ojos de Javiero Daniello.
Tras probar miles de claves (entre las que se encontraban pollo, crepusculó, gratiso, follón, y otras cuantas palabras prohibidas) Cristiana Rolanda estaba desesperada y a punto de desistir. De pronto, entre los miles de papeles desparramados y los frascos de pollos en formol, vió un antiguo y polvoriento marco con una foto dentro. Se trataba de una foto en blanco y negro, antigua, de una señora vestida con una toquilla unas tallas más grandes que la suya, una falda desgarbada y unas coletillas desiguales, con bastante parecido a la Dra. di Forbole. En la foto, escrito con letra de caligrafía Rubio, había un mensaje: "Hija mía, de tu madre La Rodriga, lo que se dice una afoto". A Cristiana Rolanda se le iluminaron los ojos como dos campanillas. Probó la clave como última opción: Rodriga. Y el email se abrió.
Encontró miles de mensajes de páginas eróticas, consultas sexuales, mensajes de páginas webs sobre pollos (entre las que se encontaba la página sobre el Native Danubio Chicken). Entre todos ellos encontró el email de Elisa Antonia. Apagó el ordenador y salió corriendo hacia el hall del aula magna.
Todo el mundo se estaba sentando ya para comenzar el banquete. Cristiana Rolanda cargó en secreto con el proyector audiovisual del aula magna, y en secreto también lo colocó en un enchufe del hall, conectándolo a su ordenador portáctil. Una vez todo preparado, abrió el correo de la Dra. di Forbole y cuando apareció la carta de Elisa Antonia, firmada con su nombre, encendió el proyector y todos pudieron leer su contenido.
Para definir los sentimientos de cada persona en esos momentos en ese hall es mejor hacer una lista:
-Elisa Antonia estaba ultra-avergonzada, y a punto de desmayarse.
-A Rodolfo Maher le corría una gota de sudor japonesa por la frente y otra por la nuca.
-Maddalena Eufrasia permanecía callada, con la mano en la boca, pero en su interior estaba pensando: ¿Ma commo?.
-Eva María puso ojitos de celos al descubrir ese amor oculto.
-Javiero Daniello estaba rojo de ira.
-Cristiana Rolanda estaba borracha de poder.
-La Dra. di Forbole pasaba un poco del tema, a pesar del claro caso de infracción de la propiedad privada e intelectual.
-El resto de los presentes flipaban en general.
Elisa Antonia fue la primera en reaccionar, y decidió salir corriendo para perderse en los jardines de la facultad (y probablemente desmayarse). Rodolfo Maher se quedó un poco cortado, pero finalmente salió detrás de ella.
Javiero Daniello se levantó como un Resorte. Cristiana Rolanda lo miraba de lejos, confiada de que el plan seguía en marcha. Con lo que no contaba era con que Javiero Daniello había decidido finalmente darle un pequeño y picante nuevo giro al cuidadoso plan: poner el veneno en la copa de Rodolfo Maher.
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