Saskira Brunetti Grattissi Pardi del Soufolino huía despavorida en mitad de la noche. Una sombra la perseguía desde que entró en el hospital Porta di Ferro. Ahora se arrepentía de haber hecho caso del maquiavélico plan de Oscarino para introducir veneno en la copa de Adelina Gandolfa. Pero necesitaba el dinero.
Estaba a pocos metros de la estación de tren. Una vez dentro estaría salvada, pero todavía tenía que llegar. En su carrera tropezó. Su pie se había enganchado con una alcantarilla, y veía como su perseguidor se acercaba a gran velocidad. Trataba de sacar el pie pero le era imposible. Hasta que por fin lo consiguió.
Cojeando se acercó hasta la estación, entregó el billete al revisor y entró en el tren. No respiró tranquila hasta que no estuvo en su compartimento. Abrió la bolsita con las monedas de oro del siglo XIX que había ganado. Por fin estaba de nuevo de camino a su tierra natal, Esvasilandia, donde regresaría como una triunfadora.
La puerta del compartimento se abrió y Saskira Brunnetti escondió rápidamente la bolsita. Era la camarera. El tren ya estaba en marcha y pasaban a dar el clásico refresco o té. Saskira se repanchingó, a salvo, y comenzó a beberse su té. Al fin había logrado su sueño, era rica. El momento era perfecto salvo por un misterioso sabor salado en el té. Poco a poco Saskia Brunetti se fue quedando dormida, dormida para siempre, y la última imagen que pasó por la cabeza fue la de esa camarera del tren que le era algo familiar.
Mara Morgan, vestida con un atuendo de camarera antigua, pasó al compartimento de Saskira Brunnetti. Hurgó en uno de sus bolsillos y sacó la bolsita de monedas de oro. Guardo toda la bolsa en uno de sus bolsillos, salvo una de las monedas, que se metió en el escote.
-Ésta por el viaje- mencionó para si misma.
Y con una sonrisa un tanto dequiciada, se perdió por los pasillos del tren, abandonando el cuerpo sin vida e Saskina Brunnetti en su último viaje en tren.
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